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No es el Líbano, es Irán [Opinión][Gabriel Albiac]
(demasiado antiguo para responder)
Maiky Rat
2024-10-02 06:30:56 UTC
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No es el Líbano, es Irán Gabriel Albiac 5-7 minutos

A los más jóvenes, podrá sonarles raro escuchar que el Líbano haya sido
un país próspero, moderno y multiconfesional. Pero así fue. Entre el
inicio de los años cincuenta y el letal 1975, hablar de la «Suiza del
Cercano Oriente» no era, en modo alguno, una hipérbole. Era la realidad
de un pequeño oasis financiero, rodeado de guerra y miseria por todos
los costados. Las guerras no toleran oasis.

Todo arranca del trágico «septiembre negro» jordano en 1970. Como salida
a la debilidad endémica que suponía su emparedamiento entre Israel y
Jordania, la OLP de Arafat plantea su envite más alto. Y encaja, como
siempre, una derrota: quizá la de más duras consecuencias. La apuesta no
era disparatada, sin embargo. Arafat lanza a sus hombres a la toma del
reino jordano: de tener éxito, una nación palestina con asiento allí
hubiera podido trocar al grupo terrorista en convencional Estado-nación.
Despótico, por supuesto; corrupto, claro está. Pero eso, en aquellas
culturas y latitudes, no es una anomalía.

Todos habrían salido ganando: la OLP que poseería una nación, Israel que
hubiera podido negociar con un Estado y no con una maraña de bandoleros,
los países árabes fronterizos que se verían libres del cáncer social de
los campos de refugiados… Todos, menos el rey Hussein, quien,
naturalmente, no se avino a ceder con cortesía el trono a las bandas a
las cuales había acogido, «humanitariamente» sí –con cargo económico a
los organismos internacionales–, pero de muy mala gana. El Ejército
jordano masacró a la OLP como ninguna otra fuerza militar lo había hecho
ni lo volvió a hacer nunca: unos cuatro mil muertos en pocos días. No se
hacían prisioneros. Los guerrilleros que no lograron cruzar el Jordán
para entregarse al Ejército israelí, iban siendo fusilados sobre la
marcha por las fuerzas beduinas de Husein.

Fue entonces cuando Arafat diseñó la instalación de sus hombres sobre un
territorio menos peligroso. El Líbano cumplía las condiciones ideales:
en lo económico muy rico, militarmente muy débil y sociológicamente por
completo heterogéneo. La extraterritorialidad de los campos palestinos
había sido impuesta allí desde diciembre de 1969. Esa existencia de un
Estado dentro del Estado, dotado de ejército propio bajo mando de
Arafat, disparó las hostilidades en el complejo tejido religioso
libanés. La OLP hizo en el Líbano política de tierra quemada. Y cada
fracción libanesa pasó, en respuesta, a dotarse de su propio ejército
privado. En 1975 se inicia una larga guerra civil de todos contra todos,
de la cual el Líbano saldrá literalmente deshecho. Hasta hoy. Nunca más
habrá vuelto a haber allí, en sentido propio, un Estado.

Algo, en tanto, iba a cambiar todos los datos del conflicto. 1979. Un
disparate crítico del presidente estadounidense Jimmy Carter va a
colocar en el poder absoluto de Irán al Ayatolá Jomeini, entre cuyas
primeras providencias está la de instalar a su fuerza armada propia en
la franja del Líbano que hace frontera con Israel. La idea es militar y
religiosamente articulada, tres años más tarde, por el mullah iraní Alí
Akbar Mohtashamipur, bajo la forma de una sección de los Guardianes de
la Revolución en el sur del Líbano, el «Partido de Dios», «Hezbollah»,
bajo mando militar y religioso del clérigo jomeinista libanés Sayed
Abbas al-Moussaoui. Destruidas entre sí las proliferantes facciones
armadas libanesas y palestinas, una fuerza con disciplina militar y buen
armamento, como la que los iraníes ponen en pie, acaba por hacerse con
el poder total en poco tiempo. Del Líbano ilustrado, próspero y
multirreligioso no queda hoy nada. Y es difícil pensar que el país mismo
pueda volver a existir un día.

Desde esa franja sur del Líbano, el Ejército de los ayatolás tiene a
tiro de piedra Israel. Tanto más lo tendrá el día –todo lleva a pensar
que muy cercano– en el que Irán disponga de armamento nuclear operativo.
Quienes hoy se extrañan de que los iraníes no hayan dado respuesta a la
aniquilación por Israel de sus fuerzas de élite en el Líbano, olvidan la
pieza clave. Lo esencial para Irán es ganar tiempo para completar su
fabricación de armas atómicas. Y utilizarlas. Si para ganar ese tiempo
es preciso sacrificar peones, se hace. En el Líbano o donde sea. Alá lo
quiere.

La guerra de verdad en el Cercano Oriente es la que Israel e Irán
despliegan sobre un tablero casi matemático. Lo demás es diversión
táctica. El bombardeo de Irán confirma esa evidencia. Israel no
permanecerá pasiva.

[]https://www.eldebate.com/opinion/20241001/no-libano-iran_232132.html
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usuario
2024-10-02 16:01:52 UTC
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Post by Maiky Rat
No es el Líbano, es Irán Gabriel Albiac 5-7 minutos
A los más jóvenes, podrá sonarles raro escuchar que el Líbano haya sido
un país próspero, moderno y multiconfesional. Pero así fue. Entre el
inicio de los años cincuenta y el letal 1975, hablar de la «Suiza del
Cercano Oriente» no era, en modo alguno, una hipérbole. Era la realidad
de un pequeño oasis financiero, rodeado de guerra y miseria por todos
los costados. Las guerras no toleran oasis.
Todo arranca del trágico «septiembre negro» jordano en 1970. Como salida
a la debilidad endémica que suponía su emparedamiento entre Israel y
Jordania, la OLP de Arafat plantea su envite más alto. Y encaja, como
siempre, una derrota: quizá la de más duras consecuencias. La apuesta no
era disparatada, sin embargo. Arafat lanza a sus hombres a la toma del
reino jordano: de tener éxito, una nación palestina con asiento allí
hubiera podido trocar al grupo terrorista en convencional Estado-nación.
Despótico, por supuesto; corrupto, claro está. Pero eso, en aquellas
culturas y latitudes, no es una anomalía.
Todos habrían salido ganando: la OLP que poseería una nación, Israel que
hubiera podido negociar con un Estado y no con una maraña de bandoleros,
los países árabes fronterizos que se verían libres del cáncer social de
los campos de refugiados… Todos, menos el rey Hussein, quien,
naturalmente, no se avino a ceder con cortesía el trono a las bandas a
las cuales había acogido, «humanitariamente» sí –con cargo económico a
los organismos internacionales–, pero de muy mala gana. El Ejército
jordano masacró a la OLP como ninguna otra fuerza militar lo había hecho
ni lo volvió a hacer nunca: unos cuatro mil muertos en pocos días. No se
hacían prisioneros. Los guerrilleros que no lograron cruzar el Jordán
para entregarse al Ejército israelí, iban siendo fusilados sobre la
marcha por las fuerzas beduinas de Husein.
Fue entonces cuando Arafat diseñó la instalación de sus hombres sobre un
en lo económico muy rico, militarmente muy débil y sociológicamente por
completo heterogéneo. La extraterritorialidad de los campos palestinos
había sido impuesta allí desde diciembre de 1969. Esa existencia de un
Estado dentro del Estado, dotado de ejército propio bajo mando de
Arafat, disparó las hostilidades en el complejo tejido religioso
libanés. La OLP hizo en el Líbano política de tierra quemada. Y cada
fracción libanesa pasó, en respuesta, a dotarse de su propio ejército
privado. En 1975 se inicia una larga guerra civil de todos contra todos,
de la cual el Líbano saldrá literalmente deshecho. Hasta hoy. Nunca más
habrá vuelto a haber allí, en sentido propio, un Estado.
Algo, en tanto, iba a cambiar todos los datos del conflicto. 1979. Un
disparate crítico del presidente estadounidense Jimmy Carter va a
colocar en el poder absoluto de Irán al Ayatolá Jomeini, entre cuyas
primeras providencias está la de instalar a su fuerza armada propia en
la franja del Líbano que hace frontera con Israel. La idea es militar y
religiosamente articulada, tres años más tarde, por el mullah iraní Alí
Akbar Mohtashamipur, bajo la forma de una sección de los Guardianes de
la Revolución en el sur del Líbano, el «Partido de Dios», «Hezbollah»,
bajo mando militar y religioso del clérigo jomeinista libanés Sayed
Abbas al-Moussaoui. Destruidas entre sí las proliferantes facciones
armadas libanesas y palestinas, una fuerza con disciplina militar y buen
armamento, como la que los iraníes ponen en pie, acaba por hacerse con
el poder total en poco tiempo. Del Líbano ilustrado, próspero y
multirreligioso no queda hoy nada. Y es difícil pensar que el país mismo
pueda volver a existir un día.
Desde esa franja sur del Líbano, el Ejército de los ayatolás tiene a
tiro de piedra Israel. Tanto más lo tendrá el día –todo lleva a pensar
que muy cercano– en el que Irán disponga de armamento nuclear operativo.
Quienes hoy se extrañan de que los iraníes no hayan dado respuesta a la
aniquilación por Israel de sus fuerzas de élite en el Líbano, olvidan la
pieza clave. Lo esencial para Irán es ganar tiempo para completar su
fabricación de armas atómicas. Y utilizarlas. Si para ganar ese tiempo
es preciso sacrificar peones, se hace. En el Líbano o donde sea. Alá lo
quiere.
La guerra de verdad en el Cercano Oriente es la que Israel e Irán
despliegan sobre un tablero casi matemático. Lo demás es diversión
táctica. El bombardeo de Irán confirma esa evidencia. Israel no
permanecerá pasiva.
[]https://www.eldebate.com/opinion/20241001/no-libano-iran_232132.html
No creo que responda atómicamente, la verdad. Sería la aniqilación de su
rama del islam no por Israel, si no por Arabia Saudí, que aprovecharía
la ocasión para barrer con su rival más directo con la excusa del riesgo
que una guerra así 'le salpique'.

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